El Señor, que enseñó a Moisés y a sus sacerdotes a bendecir al pueblo, es Él mismo quien primerea (Papa Francisco, inventor de palabras vivas, DEP), quien nos da ejemplo de vivir en salida, y también lo hace realidad a través del Musical Original, el paso de Carlo.
«Que el Señor bendiga a la diócesis hermana de Cuenca…» así rezamos juntos, en familia, con D. Julián Ruiz, nuestro conquense universal, obispo de esta diócesis de Sigüenza-Guadalajara, agradeciendo que el rostro de Dios y su paz llegara el sábado a más de dos mil personas en forma de bendición.
Instrumentos que somos, pequeños, y testigos del toque de Dios en el encuentro posterior con el público: enfermos que pidieron el alta hospitalaria para acudir al musical, quien está pasando la misma enfermedad que el propio Carlo, quien echa de menos a quien ya se fue con el Padre y recibió el consuelo de Carlo…
Como una bendición, como la respuesta a la oración sacerdotal sobre nosotros, nos cae del cielo en cada representación el privilegio de ver la Gracia en acción.
Dios, que siempre da más de lo que pide, a cambio de que salgamos al encuentro de otros con nuestra música y nuestra escena, nos ofrece ver, por un resquicio (un encuentro fugaz de saludo y fotos) la potencia de su amor que ha tocado el corazón…
Tanto quien bendice como quien recibe la bendición cumplen el deseo de Dios, que nos impulsa a pedir para que recibamos… ¿Sabes? La lógica de mi Dios no es dar aquien lo puede devolver o a quien se lo merece… (Carlo Acutis dixit en Original). Participar en este apostolado nos coloca ante la grandeza de Dios, que nos enseña a pedir lo que necesitamos, porque nos hizo para colmarnos con sus bendiciones.
Porque te hizo para colmarte de sus bendiciones.
Y para que vivas la plenitud de alegría que ha soñado para ti.
El domingo 23 de marzo, para nuestra diócesis y para nuestro musical fue un gran día. Tres de los nuestros (de nuestra iglesia particular de Cuenca y de nuestro musical), tres de entre nosotros, fueron recibidos al ministerio del acolitado por D. José María Yanguas, nuestro obispo. En su homilía, los animó a «no hacer teatro, sino a servir en espíritu y verdad…». Son conscientes de que el servicio que realizarán no es una representación, sino la renovación del Sacrificio del Calvario. En escena, representan, en su acolitado, revivirán.
Sin embargo, estamos seguros de que no dirán adiós al escenario… Carlo Acutis, apóstol de la Eucaristía, les guiñará un ojo en su servicio al altar, entre la envidia y la protección especial. El evangelio del domingo llamaba a la conversión radical pero, entre líneas, la conversación entre el dueño de la higuera y el viñador que la cuidaba amplió ante nuestros ojos el ministerio de Álvaro, Pablo y Ramón.
Cuando, al repartir el Pan consagrado, su voz nos advierta de que recibimos el cuerpo de Cristo, su corazón intercederá ante el dueño de la higuera, de nuestra higuera-corazón: «yo cavaré y la abonaré, espera y confía, que este pobre corazón dará fruto». Comulgar de sus manos será una doble bendición. A nosotros nos hablarán del cuerpo de Cristo y, a Cristo, de nuestro corazón.
La higuera da fruto, porque es del Señor. Original, elpaso de Carlo es una higuera con frutos. Damos gracias al Señor de la viña por ello, y no perdemos de vista la responsabilidad en dar a conocer el nombre de Jesús.
Nuestro servicio de evangelización es, también, el don de ver cómo la Gracia actúa y revive la fe de tantos espectadores.
Álvaro, Pablo, Ramón, gracias por ofreceros para servir al altar. El Señor que de su Sacrificio sacó la Vida eterna para nosotros y que, en palabras de Carlo, permanece entre nosotros como autopista hacia el cielo, os ha elegido para mediar entre Él y nosotros como ministros: seguid siendo dignos de ese nombre.
La oveja protagonista siempre será la que se perdió del rebaño. Pero las otras ovejitas del rebaño miran al pastor… y ¡también quieren ver en sus ojos la alegría de permanecer en el redil!
Como un regalo del cielo hemos vivido esta representación de Original, el paso de Carlo en Logroño: el regalo de ver, en los ojos de nuestro obispo, el orgullo de encabezar nuestro musical en su tierra natal. Pasear por los pasillos de su seminario de origen, ver el río Iregua recogiendo el agua de la nieve derretida de la Sierra de Cebollera, visitar la Redonda…
A Logroño nos llevó el afán de cantar la vida de Carlo y su amistad con Jesús Eucaristía y de Logroño nos volvemos con el guiño de nuestro pastor y la alegría del rebaño…
Porque hacer Iglesia es también crear lazos de afecto entre la comunidad.
Por eso, este fin de semana ha sido un tiempo de vínculos, de conversaciones profundas y fútbol nocturno, de riojas intensos y expresivos y de risas entre las generaciones que nos fundimos en este apostolado…
Carlo —nuestro Carlo, diría don José María—, afirmaba que «criticar a la Iglesia es criticarnos a nosotros mismos».
Porque somos Iglesia que peregrina en Cuenca, como ovejas tras el pastor, queremos celebrar su mirada de orgullo de padre y que nuestro obispo se sienta un miembro de nuestra troupe. «Con vosotros elenco, para vosotros obispo…» San Agustín hoy estará un poco más dichoso en el cielo… ¡y nosotros, en nuestra diócesis de Cuenca!
Tú eras muy joven, pero un día un Papa se atrevió a gritarle al mundo desde la plaza de San Pedro: «¡Notengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!» Y hay un sacerdote en Albacete, Paco Sevilla, que tampoco ha tenido miedo de abrir las puertas a Cristo y a su querido Carlo Acutis…
Capaz de movilizar a su joven parroquia y de llegar hasta más de mil personas, que llenaron en dos sesiones el Teatro de la Paz, este hombre y su equipo nos trataron como a quien viene en el nombre del Señor.
Aquella pequeña parroquia —sí, las semillas son pequeñas… hasta que crecen y dan mucho fruto— fue un regalo para nosotros. Allí había dos amores, tres, cuatro… El Señor, como centro de tanta rima, acorde, gesto, proyección escénica y atrezzo; María, para siempre al pie de la cruz para ser nuestra Madre cercana; San Juan Pablo II, que se encargó en su momento de la mitad mayor del elenco; y Carlo Acutis, que se encarga ya del resto… Todos juntos en apenas una parroquia de un bajo comercial en un barrio en expansión… Los cuatro como más les gusta: rodeados de una santidad de la puerta de al lado, de la vida tal y como venga, pero que venga con Jesús…
De nuestras palabras, cantadas o no, sólo resuena ya «¡gracias!», porque quien acoge por amor, no pierde, aunque pierda, y no queda solo, porque El que da sinmedida hará posible lo que parecía imposible. El que deunamuertesacólaresurrección, en esos bajos parroquiales convertidos en parroquia abrirá los confinesde los Estados, los sistemas económicos y los políticos,los extensos campos de la cultura, de la civilización ydel desarrollo. Que vuestros cuatro pilares son, también, los nuestros. Que somos hermanos. ¡Gracias!
«¡Mami, lo he visto!» Y mamá, feliz de ver al niño emocionado, se prepara para esperar a que nuestro Carlo, Jorge, tenga un hueco para la foto. «Menos mal que me insististe en que viniera…» Ya no habla un niño, sino un hombre bien barbado, dándole las gracias a su amigo.
La salida de las representaciones es un espectáculo de la Gracia: Dios nos regala, al elenco del musical, el poder ver un poquito de lo que sembramos con ilusión y esfuerzo: emoción, ganas de foto y de abrazos a Jesús, y alegría, mucha alegría. También ver a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados buscando un abrazo de nuestro Jesús…
El Señor seduce, no impone. «¿Qué buscáis?» (Jn 1, 38) es la pregunta de Quien sabe que da mucho más de lo que somos capaces de esperar…
Carlo, como Juan, entendió que la cosa iba de cariño, de fiarse y, por eso, levanta pasiones allá donde va. Porque estamos necesitados de un Dios cercano que vino a plantarse entre nosotros, como se plantó la parroquia de San Manuel González en medio de un solar (¡gracias por llamarnos!).
Carlo tiene mucho que decirte, con esa espontaneidad y con esa alegría. Este beato adolescente (en abril, santo) engancha… ¿La mejor señal? Que el espectáculo se prolonga a la salida de la última función a pesar del frío de enero a las 00:00…
Aquel niño, de la mano de su madre, ha visto a Carlo, sí. Pero, sobre todo, ha visto la fe hecha espectáculo, canciones, risas y lágrimas. Ha visto la versión final de Carlo Acutis. Y eso no puede acabar así. Esto sólo acaba de empezar: ¡llega la carlomanía!