Alcalá. Dos sesiones. Casi 2500 personas…. Todos escucharon los mismos diálogos, las mismas canciones, los mismos acordes…
El auditorio debía de estar repleto de Ángeles de la Guarda, subiendo y bajando del cielo, atareados llevando mensajes… Porque cada uno recibió un susurro de Dios personal.
Para Jesús no fueron las mismas canciones, sino la canción que te canta sólo a ti. No fueron los mismos diálogos, sino ese momento de tu pequeña vida que a Él tanto le importa. No fueron los mismos acordes, sino la música que, aunque sólo tú existieras, Él habría inventando para ti.
Y, en el centro, Él, que nos ha puesto en marcha desde Cuenca y que a tantos (desde Ávila, desde Madrid, o desde algún rincón de Toledo) los ha llamado, porque Él ha querido.
En Alcalá hemos vuelto a ser instrumentos de Jesús. Podemos dar gracias y estar alegres porque ha estado grande con nosotros. Porque nos hemos fijado bien y sí, se veía el cielo abierto y mensajeros de Dios, que a cada uno llama por su nombre, subiendo y bajando.
Porque, en Alcalá, Jesús nos ha amado a través de vosotros. Y a vosotros os ha acariciado con nuestras manos, nuestras voces y nuestras sonrisas.
Gracias a Él. Gracias a vosotros.